Al incorporarse al estudio, entonces en Fitzroy Street, en el centro de Londres, Francis recuerda que todos los compañeros compartían valores comunes en su enfoque del diseño, y que la centralidad del equipo de diseño en un proyecto era lo «absolutamente opuesto» a la distinción convencional entre arquitecto y contratista. La ausencia de cualquier estructura jerárquica en el estudio también era notable en aquella época.

Entre los proyectos en los que colaboró Francis destaca el muro cortina de cristal para el edificio Willis Faber, en Ipswich. Cuando se le invitó a ver la evolución del diseño, primero exclamó: «¡Creo que estáis locos!». La solución final, explica, fue colgar el cristal del tejado; una medida «radical» en aquel momento, y para la que hubo que convencer al fabricante de que era factible.

Otro proyecto agradable fue la colaboración con Techno para crear el sistema de mesas y escritorios Nomos. Francis recuerda que el prototipo original se fabricó a mano con 66 puntos de soldadura y que las habilidades artesanales de la empresa hicieron de toda la experiencia de diseño «un proceso muy rico». Este proyecto anticipó un cambio en la noción de producción en masa, donde los avances tecnológicos permiten la diversidad en lugar de la fabricación de componentes idénticos.